Ella no te engañó, tú la arrojaste a los brazos de él

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Ella no te engañó, se engañó a sí misma creyendo aquella promesa de que la harías feliz pero no te engañó porque por días y semanas estuvo en espera de aquellos gestos y detalles que avivaran su corazón, por días se tragó la dignidad e hizo como que no pasaba nada cada vez que la desairabas, por días luchó contra su tristeza e hizo lo imposible por llamar tu atención, pero ella no te engañó, tú la arrojaste a los brazos de otro.

Ella no te engañó, fuiste tú quien dejó de hacerle caricias a su piel, fuiste tú quien permitió que se resecaran sus labios, fuiste tú quien dejó de estremecer su cuerpo, fuiste tú quien dejó que la flama de la pasión se apagara, fuiste tú quien hizo que su corazón se marchitara.

 

 

Ella no te engañó, tú dejaste de escucharla, de atenderla, de mirarla, tú le quitaste tu tiempo y tus atenciones, hasta lo más mínimo te distraía sin importar que ella estuviese frente a ti, comenzó a ser invisible, comenzó a ser una pared más en aquella casa, la mujer que te atendía pero a la que ya no querías o al menos eso demostrabas.

Ella no te engañó, agotó todas sus estrategias y recursos para recuperar tu amor aun cuando eras tú quien estaba haciendo todo mal.

Pero ella, ella no te engañó. Con juegos de seducción quiso volver a hacer arder aquella habitación, pero tu frialdad le terminó congelando el corazón.

Ella no engañó; ella no dejó de atenderte, de preocuparse y de ver por ti. No dejabas de ser su número uno aun cuando la posicionaste en tu lista de prioridades en último lugar, aun cuando el rechazo era constante y tu comportamiento era el de todo un cobarde.

 

 

Quizás a ambos les faltó valor y coraje para renunciar y poner fin a tiempo, pero ella no te engañó. Él apareció sin que ella lo buscara, él la miró marchita y comenzó a regarla. Pintó sonrisas en donde tú dejaste lágrimas, le dio todas las atenciones que de ti demandaba y que tú le negabas. Él supo escucharla mientras la miraba a los ojos. Secó sus lágrimas con dulzura y humectó sus labios con dulces besos que ya no tuvo más de ti.

Ella no te engañó, tú se la pusiste en bandeja de plata, desnudó su piel como tú te olvidaste de hacerlo y le hizo el amor, borrando las huellas de tu sexo.

Pero ella no te engañó… tú la hiciste a un lado un poco más cada día, ella quedó olvidada en la rutina y como un niño por descuidado, alguien te arrebató un tesoro preciado.

Pero ella no te engañó, tú la olvidaste y al final, ella te remplazó.

Autor: Stepha Salcas  (Diario De Una Bipolar)

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